Cosas que “una simple ama de casa” llamada Jane Jacobs nos sigue enseñando sobre las ciudade. Artículo completo
En este artículo conoceremos sus planteamientos y el vídeo nos mostrará con más claridad como aquella mujer luchó por la gente de New York.
ARTÍCULO. ¿Cómo una mujer,
periodista sin carrera universitaria terminada y madre de tres hijos,
consiguió parar algunos de los proyectos urbanísticos más relevantes de
ciudades tan simbólicas como Nueva York y Toronto en pleno subidón
desarrollista?.
¿Cómo una señora a la que sus enemigos trataban de
menospreciar calificándola como “una simple ama de casa” se ha
convertido en la figura más influyente para buena parte de quienes hoy
piensan e intentan hacer un mejor diseño de las ciudades? Las respuestas
se pueden encontrar en Citizen Jane: Battle for the City, el documental dirigido por Matt Tyrnauer que desde hace unos días está disponible en Filmin.
La estadounidense Jane Jacobs (1916
– 2006) es esa mujer, esa periodista, esa madre, esa ama de casa, esa
activista, esa urbanista. Ella es la protagonista de este documental y
una de las inspiradoras de todos los artículos, debates, esfuerzos y
políticas que se proponen recuperar la ciudad para las personas desde
hace medio siglo. Su figura, de hecho, es hoy mucho más relevante e
internacional que en aquellos años en que escribió Muerte y vida en las grandes ciudades (1961)
y se propuso frenar la renovación urbana —un tipo de renovación urbana—
con una máquina de escribir y una pancarta. Y eso que, aunque ganó
algunas batallas, no consiguió parar la hormigonera.
La tía Jane —la he mencionado tantas veces en este blog
que me permito estas confianzas— es hoy un símbolo precisamente porque
la forma de entender y desarrollar la ciudad que proponía su presunto
archienemigo Robert Moses,
el zar del urbanismo en Nueva York durante décadas, es la que tiende a
imponerse. Y lo hace porque no es un capricho de un señor con ideas más o
menos perversas, como Moses, sino el mecanismo necesario de un sistema
cuyas venas y arterias son carreteras por las que fluyen coches y que
está organizado para arrollar con excavadoras lo micro en favor de lo
macro (y en beneficio de unos pocos).
He aquí, en mi
opinión, una de las carencias del documental de Tyrnauer, que se centra
en la pelea de Jacobs contra Moses, por motivos narrativos
comprensibles y porque es cierto que fue un combate muy personalizado, y
no termina de explicar que detrás de los planes del malo de la película
estaban las fuerzas imparables del mercado. Imparables, sí, porque la
tía Jane consiguió salvar Washington Square, conservar Greenwich Village
y frenar la Spadina Expressway de Toronto pero su influjo no ha logrado
evitar la regeneración privatizadora de Londres o el despiporre de
Dubái, por poner sólo dos ejemplos de ciudades brillantes a los ojos de
la contemporaneidad.
Por eso, y no para hacer una
crítica del documental —muy recomendable, por cierto—, me he sentado a
escribir esto, para apuntar tres o cuatro cosas que me han venido a la
cabeza al verlo, cosas de la tía Jane que están hoy muy presentes y que
hacen de ella ese icono cada vez más relevante y necesario.
Hay que observar la ciudad para entenderla. Jane Jacobs fue periodista free lance y luego fija en una revista de arquitectura, Architectural Forum,
donde demostró tener una capacidad de lo más humana que sin embargo
parecía ajena a casi todos los arquitectos, urbanistas e incluso
sociólogos de la época (y a muchos de los de ahora), que se creían los
propietarios únicos del conocimiento sobre ciudad: sabía mirar más allá
de los planos y los libros y ver lo que sucedía en la calle.
Gracias a ese superpoder tan poco súper y a su talento para traducirlo
en palabras consiguió que sus textos sean libros de instrucciones para
entender la “complejidad organizada” de la cosa urbana y logró así
impulsar nuevas formas de hacer ciudades a escala humana. Como las de Jan Gehl, respetadísimo urbanista danés autor de otro libro influyente, Ciudades para la gente,
y responsable de importantes proyectos que han recuperado espacios para
las personas en Copenhague, Nueva York y, sí, Shanghái. Gehl presume de
empezar sus planes yendo a los lugares y observando la vida que se
desarrolla en ellos, tal como aprendió de Jacobs.
De
hecho, la mirada al barrio previa a su transformación en busca del bien
común ha ido evolucionando hacia algo más profundo: la participación de
la misma gente que habita el barrio en el cambio de su entorno. Un forma
de hacer de abajo a arriba también muy jacobsiana que inspira a gentes como Paisaje Transversal,
oficina madrileña de referencia en esto de lo participativo que ahora
mismo está conduciendo así los procesos de diseño de las próximas
supermanzanas de Barcelona, otra herencia de Jane.
La infancia como argumento ganador.
Robert Moses quería extender la Quinta Avenida y, como Washington
Square le pillaba en medio, arrasar el corazón de un barrio lleno de
vida, una plaza en la que los niños podían jugar en paz, una excepción
en aquel Nueva York que acababa los cincuenta a tope de power
automovilístico. Los hijos de Jane Jacobs y los de otras vecinas,
amigas y activistas se sumaron a las manifestaciones. Moses no supo ver
el enorme poder argumental de esa protesta hecha por gente pequeña:
“Nadie se opone a este proyecto, nadie; nadie, salvo un grupo de
madres”, llegó a decir. Perdió el hombre poderoso, ganaron las mujeres y
los niños.
Ganaron también en Ámsterdam, cuando una
década más tarde se manifestaron, junto a sus familias, bajo el lema
“Stop der kindemoord” (“Paremos las muertes infantiles”) y unieron a
todo un país para cambiar la cultura del coche y volver a la bici. La
visión de la ciudad desde los ojos y la medida de la infancia es también la del pedagogo italiano Francesco Tonucci en La ciudad de los niños, otro libro esencial y un movimiento al
que se adhieren cada día lugares de todo el planeta y que representa
mejor que ninguno Pontevedra, reconocida internacionalmente como ejemplo
de ciudad pacificada y amable para todos. Al estilo Jane.
Lo de los cuidados.
En relación con lo anterior —todo tiene relación, claro, todo es
complejidad organizada—, uno de los puntos más reconocibles del
pensamiento de Jacobs es el de “los ojos en la calle”. En sus paseos
observadores, la tía Jane se dio cuenta de que los barrios son más
seguros cuanto más vivo conservan su espacio público y más permiten la
diversidad de usos. Gente que habita y/o trabaja en una zona, personas
que se conocen, confían y cuidan miran las unas por las otras de manera
natural para que el ecosistema del que forman parte se mantenga
saludable y tranquilo. La ciudad como espacio de diálogo, encuentro y
cuidados, un concepto que está muy presente hoy en los debates y
propuestas de movimientos sociales y en el urbanismo con perspectiva de
género y que se refiere a las actividades relativas al mantenimiento del
bienestar de las personas.
No son sólo teorías, son ya prácticas incluso de gobierno: Madrid acaba de anunciar su plan llamado Ciudad de los cuidados,
en el que en uno de sus cuatro ámbitos de actuación se habla de
acciones “dirigidas a crear ciudades sostenibles, saludables y
amigables, fomentando también la implicación de una ciudadanía
responsable y comprometida en su conservación y cuidado”. Como se ve,
muy Jane y totalmente Jacobs.
La ciudad no es (sólo) un lugar.
De hecho, la raíz etimológica de la palabra latina se refiere al
conjunto de ciudadanos. La señora Jacobs entendía la ciudad así, como
una comunidad de gente, y sus escritos y luchas activistas no iban tanto
de defender el valor de paisajes y edificios sino el de las personas
que los habitan. Y, sin embargo, últimamente está siendo criticada por
todo lo contrario; incluso proclamada, en este artículo de Jacobin, “santa patrona del proyecto liberal de gobernanza urbana”.
Sin ánimo de hacer defensa ciega de nadie, ni siquiera de la tía Jane,
que tenía contradicciones y patinazos como cualquiera, tengo la
sensación de que a veces en estas críticas se confunden las
consecuencias de procesos económicos superiores con las intenciones de
originales de su activismo. Por supuesto que ahora, y desde finales de
los ochenta, Greenwich Village es un ejemplo de barrio elitizado.
Es evidente que las ideas de Jane Jacobs han acabado calando en pensadores urbanos con fama de alentar la gentrificación como Richard Florida y hasta en políticos de derechas (no tanto en España, donde la mayoría de éstos aún van con la hora Le Corbusier).
Y es cierto que ella fue pionera en criticar la diáspora suburbial.
Pero, ¿tendría que haberse abstenido de manifestar su rechazo a la Lower
Manhattan Expressway y haber dejado que Moses convirtiese el sur de la
isla en una autopista porque tres décadas más tarde los inversores iban a
redescubrir el interés de los centros urbanos? ¿Debería haber previsto
cuando escribió Muerte y vida de las grandes ciudades
que muchos años después el capitalismo iba a engullirlo todo y a
apropiarse no sólo de los barrios diversos sino hasta de las relaciones
sociales entre vecinos y sus momentos de ocio? ¿Era la suya una visión
de clase y de raza como algunos dan a entender?
Ella era blanca y de clase media, estaba en contra del comunismo y no era muy fan de las regulaciones pero, como cuenta Citizen Jane,
fue paseando por Harlem con William H. Kirk, líder comunitario de ese
barrio, como aprendió a observar la vitalidad de las calles. No sólo
eso, aunque se la identifica con ese Greenwich Village que es hoy un
parque temático de la modernidad mercantilizada, escribió sobre muchos
otros barrios y sus teorías son aplicables tanto a zonas del centro como
de la periferia.
De lo que ella trataba, finalmente,
era de la vida en comunidad y de la posibilidad del activismo para
defenderla. Algo que sigue siendo necesario en la actualidad,
precisamente para protegernos de la tendencia al individualismo que va a
más porque así le gusta al modelo económico imperante. Como dice la
cita de Jane con la que se inicia el documental: "Las ciudades tienen la
capacidad de dar algo a todos sólo porque, y sólo cuando, están hechas
entre todos".
VÍDEO.
Sobre la película
Estreno en España de uno de los títulos más premiados del año
centrado en la apasionante batalla entre la activista Jane Jacobs y el
urbanista Robert Moses: una lucha por el futuro de NY.
En 1960, el libro de Jane Jacobs 'The Death and Life of Great American Cities' fue todo un hallazgo para la arquitectura por su investigación de las consecuencias que tendría la reconfiguración de las ciudades por parte de urbanistas y arquitectos modernos. Jacobs fue también una activista involucrada en muchos de los movimientos de mediados de siglo que surgieron en la ciudad de Nueva York para detener los planes draconianos de Robert Moses, un poderoso constructor con gran
En 1960, el libro de Jane Jacobs 'The Death and Life of Great American Cities' fue todo un hallazgo para la arquitectura por su investigación de las consecuencias que tendría la reconfiguración de las ciudades por parte de urbanistas y arquitectos modernos. Jacobs fue también una activista involucrada en muchos de los movimientos de mediados de siglo que surgieron en la ciudad de Nueva York para detener los planes draconianos de Robert Moses, un poderoso constructor con gran
influencia política.
Director:Matt Tyrnauer 1916