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martes, 6 de marzo de 2018

El techo de cristal: la barrera invisible discriminatoria.

El techo de cristal es una metáfora que alude a las barreras invisibles que encuentran las mujeres a la hora de abrirse paso en su carrera profesional.




El motivo que explica la desigualdad de género, que ocurre no solo en la ciencia sino también en los consejos de administración de las empresas europeas o en política, se llama techo de cristal
El techo de cristal se relaciona con el número de personas que hay en cada empresa en función del género, el diferente salario que perciben según el sexo, las diferencias para ir escalando a nivel profesional dependiendo de si eres un hombre o una mujer y, por último, si esos problemas aumentan o disminuyen en función del nivel en el que nos encontremos. Estas barreras, que a menudo no son de cristal sino más bien de hormigón, no desaparecen por sí solas. Por otro lado, la invisibilidad del techo de cristal provoca que sea muy difícil explicar su existencia.
La falta de visibilidad y de reconocimiento no es "un problema histórico que ya se solucionará". La evidencia científica ha puesto sobre la mesa la existencia de sesgos cognitivos que discriminan a las mujeres en favor de los hombres.
La solución está en impulsar medidas proactivas que garanticen la igualdad sin que exista ningún tipo de discriminación por género o por cualquier otra cuestión.

Según el informe, a finales de 2015 solo había una mujer que ostentaba el cargo de rectora en una universidad pública española. La situación era todavía peor en los organismos públicos de investigación, como el CSIC o el Instituto de Salud Carlos III. Ninguno de ellos estaba dirigido o presidido por mujeres. Las científicas cuentan con serias dificultades para avanzar en su carrera profesional: a pesar de que el número de estudiantes en grado y máster es superior al de hombres, el porcentaje de matriculadas en programas de doctorado se iguala al de varones y cae a medida que subimos en la escala investigadora. En un informe rescatado de febrero de  2017 , en España actualmente, hay un 42% de profesoras titulares y solo un 21% de catedráticas.
La catedrática Cantón, que coincide con la idea de la desigualdad de origen, también opina que el sistema favorece el mantenimiento de esta situación. "Los que toman las decisiones y manejan los recursos son hombres", empieza. "Y no es que tengan que atentar directamente contra las mujeres", explica, "pero sí se defiende lo que hay, que es que los hombres mandan". Cantón concede que con la Ley de Igualdad ha crecido el número de vicerrectoras, por ejemplo, pero casi siempre "en los vicerrectorados más amables". Martínez Ten habla de "redes implícitas que no es que digan 'no' a la mujer, pero sí apoyan al hombre".
La Ley de Igualdad impone la paridad en la universidad al igual que en otros campos. Aunque poco a poco hay avances hay mucho que hacer.


Martínez Ten reclama que "no todo el esfuerzo [hacia la igualdad] puede caer sobre las mujeres". Propone "otras medidas" como el acompañamiento, los currículos ciegos (sin datos biográficos, sólo académicos o profesionales), la visibilización de mujeres en ámbitos masculinos o adoptar medidas de coaching. Sobre todo porque, recuerda, "estamos desperdiciando la mitad del talento.
Y de fondo también planean las clásicas desigualdades entre hombre y mujer, que limitan el despliegue profesional de estas, según defiende Teresa San Segundo, directora del Centro de Estudios de Género de la UNED. "Hay una serie de exigencias sociales que se imponen por ser mujer que implican una gran cantidad de tiempo y mucha dedicación", asegura. "Hay más de dos horas de diferencia entre el tiempo que dedica una mujer y un hombre a las tareas domésticas. Cada día", remarca.